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Una selección de sellos de documentos de los siglos XVI al XX, ‘tesoro oculto’ de diciembre en el Archivo Histórico de Segovia

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Un sello pontificio de plomo, del siglo XVII; tres sellos de placa pequeños de los siglos XVI, XVII y XVIII; y un sello de placa grande del rey Amadeo de Saboya, del siglo XIX, integran la colección que se muestra al público hasta mediados del mes de enero y que se complementa con cuatro matrices de sellos contemporáneos.

15 de diciembre de 2017

Castilla y León | Delegación Territorial de Segovia

La Junta de Castilla y León presenta este mes de diciembre en el Archivo Histórico Provincial, en el marco de la actividad ‘Tesoro Oculto’, una selección de cuatro matrices y cinco sellos de documentos de los siglos XVI al XX. En concreto, se exponen al público un sello pontificio de plomo colgado de cintas de seda del Papa Clemente X, de 1673, que pende de una bula pontificia en pergamino; tres sellos pequeños de placa de los siglos XVI, XVII y XVIII de origen flamenco, que se estamparon en Flandes para certificar la nobleza de varios miembros de la familia de los marqueses de Lozoya; y un sello de placa grande de 1873 del Rey Amadeo de Saboya, que certifica el título de Marqués de Lozoya a Luis de Contreras y Thomé.

En cuanto a las matrices expuestas, el Archivo ha seleccionado dos matrices de sellos de caucho sintético realizados hacia 1980 y dos matrices de sellos actuales realizados en bronce y latón para estampar sellos de placa en cera o lacre. Todas tienen mango.

Los sellos pasan muchas veces inadvertidos en los legajos antiguos y modernos pero son esenciales para dotar de autenticidad y valor a cualquier documentación y hacen posible su catalogación y registro. Hasta que se sellan, los documentos realmente no existen. Por esta razón, desde muy antiguo, emperadores, reyes y papas utilizaron este sistema de seguridad documental.

Alfonso X, el Sabio, en Las Partidas, ya reguló el sellado de documentos oficiales y estableció la diferencia entre el sello ordinario y el sello que dependía directamente del Rey. Este sello se llamó en Castilla y León ‘Poridat’ y lo custodiaban el Arzobispo de Toledo y el Arzobispo de Santiago de Compostela.

La importancia del sello hizo que aquellos documentos que dependían de la ‘Poridat’ fueran, además, resumidos y copiados en el Registro General del Sello. Este registro se conserva en el Archivo General de Simancas, en el Archivo Histórico Nacional y en el Archivo General del Palacio Real, en sus distintas épocas.

Del sello de plomo a la cera, del colgante a la placa, el caucho y la tinta seca

Con el tiempo se fue complicando la administración y ya, desde el siglo XVI, cada organismo sellaba sus documentos. Esta generalización también se dejó sentir en el formato de los sellos. Los sellos de la ‘Poridat’ medieval eran de plomo y colgaban de cintas de seda de colores. Aunque el sistema perduró durante siglos, el plomo quedó reducido a documentos muy concretos e importantes. El resto de la documentación empezó a utilizar sistemas de sellado más sencillos. El plomo se alternaba con la cera, más barata, menos pesada y de manejo más fácil, que también colgaba de cintas de seda.

Poco a poco el sello colgado se fue dejando de emplear y se sustituyó por los llamados sellos de placa que se realizaban dejando caer cera sobre el propio documento, se decoraban con papeles recortados con más o menos arte y se estampaba el cuño del sello quedando pegados al pergamino o al papel. Tanto en los sellos colgados como en los sellos de placa se empleaban cuños o matrices con la imagen y la leyenda invertidas de manera que al estamparlos sobre el plomo o la cera caliente, la imagen se positivaba pudiendo ser leída sin mayor dificultad. Estos sellos tenían el problema de su fragilidad porque la cera endurecida se rompe con facilidad, pero los que nos han llegado son de una gran belleza, por los recortes de papel y el color empleado en la cera.

Desde mediados del siglo XVIII, con la llegada masiva de caucho del Amazonas y de las selvas africanas, los sellos de placa realizados con cera comenzaron a ser sustituidos por los sellos de tinta seca. El caucho simplificó el sellado y ha llegado hasta nosotros sin casi variaciones, salvo el cambio del caucho natural por el caucho sintético hecho a base de goma.

Para sellar un documento hace falta contar con la matriz, una pieza de metal, caucho o goma con la imagen y la leyenda invertidas. Sobre el plomo fundido, la cera caliente o impregnado de tinta, se presionaba y quedaba impreso el sello sobre el documento o colgando de él. Son muy pocas las matrices que han llegado hasta hoy. Los reyes, papas y nobles solían dejar en sus testamentos la orden escrita de destruir la matriz para evitar que con ellas, después de su muerte, se falsificaran documentos a su nombre. Por tanto, son pocas las matrices conservadas y se encuentran en su mayoría en la Sección de Sigilografía del Archivo Histórico Nacional.

Las matrices podían tener forma de tenaza para colocar sellos colgados ya fueran de plomo o cera, con forma de tampón soportado sobre un mango o en un anillo que su titular siempre llevaba puesto.