El Museo de Valladolid ha vuelto a contar entre sus piezas más singulares, con la silla de manos del siglo XVIII, restaurada por la Junta de Castilla y León en el Centro de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de Simancas. Esta intervención, en la que han colaborado técnicos del museo, ha ascendido a cerca de 18.000 euros, financiados por la Consejería de Cultura y Turismo. Las sillas de manos, de las que en Valladolid no se conoce que se conserven ejemplares, fueron un medio de transporte urbano para trayectos cortos, muy utilizada en los siglos XVII y XVIII por personas principales, que eran llevadas por dos lacayos. La silla de manos será durante este mes de febrero, la pieza destacada del Museo de Valladolid para que los visitantes tengan la oportunidad de conocerla.
8 de febrero de 2019
Castilla y León |
El director general de Patrimonio Cultural, Enrique Saiz, y la directora del Museo de Valladolid, Eloísa Wattemberg han asistido hoy a la entrega de la silla de manos del siglo XVIII restaurada por la Junta de Castilla y León en el Centro de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de Castilla y León. Esta singular pieza, que procede del desaparecido Hospital de Santa María de Esgueva de Valladolid, forma parte de la colección fundacional del Museo de Valladolid.
La intervención ha tenido un carácter interdisciplinar y en ella han participado técnicos del Centro de Conservación y del Museo de Valladolid. Las tareas de restauración y conservación han durado ocho meses, con un coste de 17.838 euros, financiados por la Consejería de Cultura y Turismo. Durante este mes de febrero será la pieza destacada del Museo de Valladolid.
Las actuaciones de recuperación en la silla de manos se encuadran en el programa de investigación desarrollado por el Centro de Conservación y Restauración de Bienes Culturales y se incluyen en una línea de trabajo específica que tiene como objeto bienes cuyo material constituyente base es el cuero. Anteriormente, de este material se habían restaurado en el Centro otras piezas, como la silla de manos barroca de la localidad soriana de Berzosa, el emblemático Sillón del Diablo y la vaina de espada atribuida al Conde Ansúrez del Museo de Valladolid. En este sentido, entre las principales funciones del Centro se encuentra la de prestar apoyo técnico a la conservación de los bienes depositados en museos integrados en la Red de Museos de Castilla y León.
Las sillas de manos, de las que en Valladolid no se conoce que se conserven ejemplares, fueron un medio de transporte urbano para trayectos cortos, muy utilizadas en los siglos XVII y XVIII, por personas principales que eran llevadas por dos lacayos, a través de unas varas pasantes por sus costados. La tipología constructiva de estas sillas, llamadas ‘silla de mano’, de ‘varas’ o ‘volantes’, se ciñe a un diseño muy estandarizado: un asiento cerrado, donde se emplean elementos materialmente muy ligeros.
Labores de restauración y conservación
La silla de manos del Museo de Valladolid esta íntegramente forrada con piel curtida en color negro. En los costados laterales y en la puerta tienen un vano que originalmente tenía un marco-ventana que sería deslizante en sentido vertical, lo que permitiría al ocupante salvaguardar su intimidad. Es de estilo rococó decorada con molduras de rocalla doradas y el perímetro del techo adornado con un doble tachonado de clavos dorados con cabeza cónica y circular. El revestimiento interior es un tapizado de terciopelo en color burdeos, con dosel en el techo ribeteado con fleco, y sencilla pasamanería en los bordes de los paños. En conjunto y si bien guarda similitud con modelos franceses, su factura y características la relacionan más directamente con ejemplares fabricados en el norte de Italia, de donde seguramente procede.
En el Hospital de Santa María de Esgueva se utilizó como confesonario, se quitaron los marcos- ventana y se cambiaron por maderas que se deslizaban.
Antes de la intervención el estado de conservación de la silla era muy precario. Presentaba falta de estabilidad y deformaciones que afectaban a la estructura. Además, parte de las molduras talladas de madera se había perdido, al igual que gran número de clavos y tachuelas del adorno del techo. En el recubrimiento exterior de cuero se apreciaban numerosas deformaciones, grietas y las distintas capas de sustancias aplicadas sobre él, así como abundante suciedad. En el interior, el terciopelo estaba muy desgastado con numerosas manchas y mermas de tejido, pérdida del forro y de la almohada del asiento. El proceso para su conservación y restauración ha estado precedido por una serie de estudios y análisis exhaustivos que se ha aplicado para la caracterización de los materiales, dando a conocer las composiciones químicas, su estado de conservación y las alteraciones causadas en el tiempo.
La restauración, que ha necesitado de diferentes especialistas en cuero, madera, textil y metales, se ha realizado con un criterio de intervención orientado a la conservación de la pieza y a recuperar su identidad decorativa. Se ha trabajado sin alterar la disposición de los materiales, manteniéndolos en sus lugares originales y los elementos faltantes se han repuesto para entender la pieza.
En primer lugar, se limpió la suciedad para poder acceder al tratamiento específico de los diferentes materiales. A continuación se llevaron a cabo tratamientos de estabilización y consolidación de los elementos deteriorados con la finalidad de corregir deformaciones y recuperar la funcionalidad de los elementos estructurales, para ello se diseñaron distintos soportes y sistemas de sujeción.
Con vistas a su óptima conservación, se le han aplicado películas protectoras en los materiales exteriores constructivos y decorativos. Se le ha facilitado una serie de recomendaciones de conservación que servirán de guía básica para su mantenimiento y manipulación en el futuro.
Igualmente, se ha diseñado y ejecutado un montaje expositivo a medida de la obra, para su exhibición en la sala del Museo.