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El delegado territorial visita el Martinete de Navafría en el que la Junta ha acometido obras de reparación con una inversión de 118.000 euros

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Cofinanciados por el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER), la Consejería de Cultura y Turismo ha llevado a cabo los trabajos necesarios para la conservación del edificio, centrados principalmente en la sustitución de la estructura de cubierta y la impermeabilización de la balsa, además de la limpieza y reparación puntual de los muros. Este ejemplo singular de establecimiento preindustrial para batido y modelado de cobre es Bien de Interés Cultural desde 1998

27 de febrero de 2019

Castilla y León | Delegación Territorial de Segovia

El delegado territorial, Javier López-Escobar, ha visitado esta mañana el Martinete de Navafría tras la conclusión de las obras de recuperación a las que esta instalación preindustrial del siglo XIX, dedicada al batido y modelado de cobre, se ha sometido en los últimos años. En la visita, el delegado de la Junta ha estado acompañado por la alcaldesa de Navafría, Carmen Lobo, la jefa del Servicio Territorial de Cultura y Turismo, Ruth Llorente, y por el propietario del Martinete, Fernando Abán.

Los trabajos realizados han contado con una inversión de 118.695,7 euros, que la Consejería de Cultura y Turismo de la Junta ha cofinanciado con fondos FEDER, y en ellos se ha acometido la reparación general del edificio del Martinete, con actuaciones necesarias para la conservación del conjunto, manteniendo sus características generales. Las intervenciones realizadas se han centrado, principalmente, en la sustitución de la cubierta y de su estructura, así como en la impermeabilización de la balsa o antepara, además de otras obras complementarias de limpieza y reparación puntual de los muros y de la estructura del altillo que se conserva.

El Martinete, que está declarado Bien de Interés Cultural en la categoría de monumento desde 1998, se encuentra a un kilómetro del municipio de Navafría. La propiedad ha cedido la gestión del inmueble al Ayuntamiento de Navafría que asume la organización de visitas turísticas y la actividad didáctica y cultural ligada al monumento.

Historia del Martinete

Este ingenio hidráulico tiene su origen en 1850, cuando los hermanos sorianos Enrique y Manuel Abán se instalaron en Segovia para desarrollar su oficio tradicional: el trabajo del cobre. Construyeron entonces dos martinetes en la localidad segoviana de Navafría, uno, que desapareció durante la Guerra Civil, se instaló en el lugar de Majalcarro y se conocía como martinete de arriba, y el otro, el denominado martinete de abajo, es el que sobrevive hasta la actualidad en manos de los herederos de la familia, y se ha convertido en un pequeño museo en el que mostrar esta habilidad y conservarla para el futuro.

Se trata de un ejemplo de establecimiento preindustrial de tratado de cobre que representa la continuidad de un método artesano que se remonta a la tecnología de la Edad Media, e incluso a la Edad Antigua.

El trabajo de este ingenio de agua

Su producción se centraba en calderos de cobre, calientacamas y braseros. Sus trabajadores, los caldereros, aprovechaban la energía hidráulica del río Cega que baja de dos neveros ubicados en una presa en los lugares de Artiñuelo y Peñacabra. Al bajar el agua de una balsa natural a 500 metros de distancia se retiene en un arca a la altura del tejado del taller, y al regular su paso mueve una gran rueda de madera que hace girar el árbol de madera de pino que cuenta con unos espigones (levadores) que fuerzan al martillo pilón (mazo) y este golpea con rigor en una especie de yunque donde se moldea el cobre. Junto con el fuego y el aire, los otros dos elementos que acompañan al agua, se bate el cobre que modela las formas que le quiera provocar el artesano. Además, también es importante que la instalación se encuentre sobre una buena base de roca para amortiguar los golpes del martillo.

El martillo del Martinete de Navafría consta de un mango o brazo de madera de pino, labrado en su extremo posterior en forma de plano oblicuo para recibir firmemente los impactos, y un anillo o collar metálico, denominado boga, que sirve de punto de apoyo del martillo al suelo. En el extremo se inserta la cabeza del martillo pilón o macho, con el que se golpea el cobre sobre un yunque, encajado en la roca viva. Con este martillo se va batiendo el lingote de cobre fundido, hasta darle el grosor, forma y medidas adecuadas a cada pieza.